Hoy me ha llamado la presidenta del grupo de la Legión de
María de la parroquia del barrio para decirme que Julita falleció ayer. Julita
era menuda, pero sólo de estatura, porque era un alma enorme y una gran persona
cristiana. Muchas veces nos reíamos mi compañera de la izquierda y yo en las
reuniones o Praesidium, porque ponía cara de pilla, sonreía moviendo los hombros
arriba y abajo, con los ojos que los hacía pequeñitos al reír. Era cuando tenía
cara de pilla, pero pilla buena, traviesilla, nada más.
La conocí poco, durante unos tres o cuatro meses. Al
principio parecía muy reservada, como si quisiera poner distancia, incluso daba
respeto, por no decir miedo. Pero reunión a reunión nos ganó a las nuevas, a
las que ya no nos daba miedo, porque sabíamos que detrás de esa fachada de señora
dura, había un alma que se deshacía con los demás, por más que quisiera hacerse
la gruñona.
Cuando
el guía espiritual no acudía a las reuniones, ella hacía el discurso
espiritual. Me gustaba cómo pedía al Espíritu Santo que la inspirara, lo qué
decía, y cómo lo decía.
Julita, espero que la Virgen te haya llevado en sus brazos hasta
la presencia de Dios y que bajes de vez en cuando a ayudarnos en nuestras
tribulaciones. Te echaremos de menos, mucho. Que Dios te tenga en su gloria. D.E.P.